Embarazada del Jefe
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Valerie Adams ha tenido que ser la cabeza de su casa luego de que su padre muriera y su madre obtuviera a una enfermedad casi imposible de curar.
Sentía que cada día se hundía en un pozo sin fondo del que no podía salir jamás, una lucha interminable contra su situación, pero no se rendía. Ella no era de las que se rendía.
Sus padres le habían enseñado que la peor pelea no es esa que se pierde, sino la que se abandona. Y ella no iba a abandonar jamás, por más pesada que fueses la carga.
Sus trabajados nunca han sido los mejores, así que, al encontrar la oportunidad de trabajar bajo una empresa de alto nivel, piensa que finalmente podrá resolver sus problemas financieros y pagará el tratamiento que su madre necesita. Pero todo se viene abajo cuando su jefe se propasa con ella y por no dejarse, queda desempleada nuevamente.
Su mundo volvió al punto de inicio, ¿cómo fue eso posible? Justo cuando estaba a punto de despegar.
Sin trabajo, con deudas y la advertencia de parte del hospital de trasladar a su mamá si no pagaba a tiempo, es como si el cielo se cayera sobre su cabeza, desatando un infierno, uno de dolor y agonía, desesperación. Su madre contaba con ella, su salud, su vida dependía de ella.
Con la mente hecha un lío, y agotada de todo, decide que su mejor decisión es ahogarse en alcohol. ¿Qué más puede perder? Acaba de perder lo que se supone que estaba siendo su seguridad, su sustento. El mejor trabajo que había tenido hasta el momento.
Así que, con la cabeza caliente y un trago en la mano, se desinhibe frente a un hombre que podría ser su salvación o su ruina.
―Esta noche serás mía. ―Esas son las palabras que recuerda y la manera en la que se sentía.
Luego de una noche alocada, sin recuerdos de lo sucedido y una jaqueca tremenda, Valerie decide aplicar a una empresa reconocida, luego de encontrar una tarjeta con el nombre y la dirección de esta.
Supuso que era el destino.
Así que, al día siguiente, con la motivación regenerada, presenta su currículum a espera de respuesta.
Pero… ¿recordará ella que su nuevo jefe es el hombre con quien pasó esa noche o quien dejó su tarjeta, no para dará darle empleo, sino para volver a verla?
Unfold
Treinta años después, bajo un cielo nocturno tachonado de estrellas en East Los Ángeles, la casa Torres se alzaba como un santuario de memorias y sueños realizados. Gabriela Torres-Navarro, ahora de cincuenta y cinco años, estaba en el patio trasero, donde una multitud se reunía para celebrar el trigésimo aniversario de “Hilos de R……
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