En medio de la oscuridad de la noche, un lord de alta alcurnia se posa en el barandal de la terraza del piso más alto de los edificios más visitado del país. Las fuertes corrientes de vientos fríos del lugar sacuden su cabellera de un lado a otro dejando cada uno de los mechones de su cabello alborotado cansándolo de tener que recurrir a sus manos para poder arreglarse una y otra vez su peinado que ya es en vano seguir arreglándolo si quiere seguir ahí para disfrutar de la calma que hay. Mientras no haya alguien que venga y le quite la tranquilidad no habrá problema. Él odiaría que alguien lo viese así, con toda su melena alborotada.
Su mirada parece perdida y sin rumbo cuando mira con desdén a la hermosa Múnich que ilumina sus encantadoras calles con luces de todos los colores dándole un toque dulce pero al mismo tiempo una sensación insana de la que te produce hormigueo por todo el cuerpo al estar solo. Para él no hay nada más deprimente que el escenario. Una ciudad tan mística llena de leyendas y con hermosas piezas de artes está siendo infravalorada por sus mismos habitantes que no ven lo especial que puede ser un lugar como este para todos los que caminan por sus calles.
Detrás de él aparecer un joven adulto con un brazo caído debido a una grave herida que luce fresca. El chico mira con familiaridad al lord, sentándose en el suelo cerca de donde está sin quitarle la mirada de encima como esperando que él mayor hablase primero.
—Amo, ¿sigue pensando en lo que pasó? —le interroga el menor con gesto de molestia.
—¿Y cómo no hacerlo? —dice en un murmuro agitando su mano para no darle importancia—. No importa donde mire, es como si la estuviese viéndola a ella. A mi Wendy, y no sé cómo vivir sin ella.
—¿Ahora la eternidad le debe de parecer algo larga ahora, cierto? —se ríe por lo bajo extendiendo su mano que tiene un sobre con el color rojo que predomina sobre el n***o de la tinta. Colocándosela entre sus dedos la pone frente al lord que espera que lo agarre—. Perdone, amo Allen, pero esto es lo que me da risa.
—Gracias, Aidan.
Recogiendo el sobre de las manos de su pequeño lacayo la abre postrándose sus castaños ojos en cada detalle que este tiene en busca de algo extraño. Mirando de atrás hacia delante no consigue nada fuera de lo común, a lo que decide abrirla pero el sobre se despliega antes de que pueda hacer algo mostrando que la carta con el recaudo es una sola pieza. En letra moldeada y en cursivas aparece el siguiente mensaje escrito con tinta y plumones para remarcar algunas partes:
«MY NAME IS DEAHT, BITCH».
Se lo vuelve a entregar a su lacayo sin mirarlo, pero con un pequeño gesto de disgusto lo mira por segundos por el lobillo del ojo. Acomodándose en las barandas junta sus manos y la usa como apoyo para su cabeza observando mejor el lugar con su silenciosa melancolía que ya Aidan conoce, y sabe que no hay nada ni nadie que lo saque de su trance.
—¡Vamos! amo Allen, debe de haber algo que yo pueda hacer por usted para que deje de pensar en «aquella noche» en la que pasó todo. Sé que debe de haber alguna pista que podamos seguir para llegar a Couzie, el cazador francés.
—... Y pensar que en cinco minutos tu vida puede cambiar drásticamente, ¿eh? —murmura mirando a la enorme luna que tiene encima. Mirándola fijo se mueve involuntariamente hacia donde su joven lacayo lo mira con desaprobación—. ¿Me decías algo, Aidan? No te escuché bien, ¿me lo podría repetir? Y perdóname la molestia.
—Si amo —dice respirando profundamente—, le decía que debe de haber algo que nos lleve a Couzie para poder erradicarlo para que deje a los vampiros y a los ghilan vivir en paz. Ya que empezaron a correr rumores de nuestra existencia gracias al cazador que no nos dejará así de fácil.
—Lo sé pero, ¿Qué podemos hacer? —le reclama al más joven arrugando su pequeña nariz—, Él ha demostrado ser astuto, más que nosotros. No hay nada que hacer en este caso para detenerlo. Solo hay que esperar a que nos joda a cada uno de nosotros mientras esperamos a que la muerte nos venga a buscar —dice dándole una pequeña sonrisa incomoda.
—¿Se siente usted bien? , ¿Necesita que lo ayude en algo? Ya me está preocupando su manera de hablar.
—Me ayudaría mucho si de casualidad te fueras a dormir; ya es muy tarde y no quiero que estés despierto hasta muy tarde haciendo quien sabe qué. Después te tendré cansado toda la mañana y tampoco quiero que te enfermes —le muestra unas llaves y se lo deja caer en los largos dedos de Aidan—. Anda, que luego iré después de ti. Solo quiero agarrar un poco más de fresco antes de tener que salir de acá.
—Está bien, amo. Me iré, pero espero que usted también pueda seguirme, para que tampoco se quede haciendo quien sabe qué. Usted mismo sabe que ya no nos podemos quedar ante la vista de los humanos y más que ahora tenemos la presión que Couzie nos está dando, para que nos entreguemos y nos dejemos capturar.
—Sí, sí, Aidan, anda y no molestes más —dice simple el vampiro dándole la espalda.
Marchándose para dejar a su lord tranquilo, se va viendo a la enorme ciudad con esa extraña sensación de calma que carga; un olor particular le llama la atención, pero este sigue de largo para bajar las escaleras que lo llevan a la sala principal del edificio, donde esperará a su amo para cuando se sienta preparado de salir de su trance de melancolía, que parece que lo tiene abatido desde hace más de dos meses desde lo ocurrido con la primera aparición del extraño cazador.
Abriendo la puerta de la salida, baja las escaleras agarrándose del barandal, pero una extraña sensación le dice que no siga, sin embargo, con ciertas dudas de lo que haría se asoma por el barandal y ve una enorme muchedumbre armada subiendo por las escaleras en forma de espiral que le permite ver a cada una de las persona que se acerca.
Ensimismado por esto, vuelve a la realidad después de entender bien lo que está ocurriendo. Corre en sentido contrario para llegar hacia Allen que al abrir la puerta lo ve arreglándose su chaqueta oscura y su larga y rubia cabellera que siempre le recordaba al chico a la vainilla.
—¡AMO! —exclama al ver a su señor, pero este solo sigue en lo suyo.
—¿Qué? —se voltea cuestionando con la mirada al chico—. ¿Qué pasa?, ¿Te vas a poner así por unos cuentos manifestantes? Eres un ghoul. Puedes, ¿no sé? Comértelo o algo así.
—Amo... no haga chiste de eso que sabe que no me gusta el sabor de los humanos... vivos.
Sacudiendo la mano, Allen en un ademán le pidiendo que deje de preocuparse. El lord camina hacia donde está el chico y le pasa por un lado para poder cerrar la puerta con un pequeño pasador que él guarda en uno de los bolsillos de su pantalón, sin manifestar en algún momento preocupación por la situación.
El pequeño chico no dejaba de mirar discriminatoriamente al mayor por la actitud tan pasiva que tiene con una situación tan delicada como lo son los protestante para ellos. Solo no podía hacer otra cosa que mirarlo de la peor manera que Aidan sabía hacer: un tierno puchero junto con las cejas apretadas.
—Joven Aidan, ¿Qué tan bien sabes saltar? —le interroga el lord viéndolo de frente al recogerse el cabello en una pequeña cola elevada —.¿Aunque me imagino que recuerdas transformarte como lo hacías antes?
—Nada bien, amo. ¿A qué se debe la pregunta? —contesta con una notoria incomodidad en la voz—. Y de las transformaciones, ya han pasado tantas décadas que no me acuerdo muy bien cómo hacerlo.
Allen se ríe discretamente del chico mientras camina hacia las barandas de la terraza del lugar donde posiblemente esté lo suficientemente alto como para no sobrevivir si se lanzan. El lord se acerca a la barandal mostrándole a su lacayo la manera de como escaparse con solo mirarlo, pero el joven se niega a seguirlo de esta manera tan radical. Él cree saber otras alternativas no tan peligrosas como para no cometer semejante locura, tan solo que no recuerda cual podría reemplazar la idea de su amo, pero de qué sabe que hay otras alternativas, las hay.
—No porque sea un lord nacido en una cuna de oro signifique no me divierta un rato por estas horas, Aidan —replica con la voz ronca— ¡Vamos! No es tan difícil hacerlo. Te prometo que no hay peligro en hacer esto. Lo peor que te puede pasar es que caigas mal y te mueras. Fuera de eso, todo bien —dejando la seriedad a un lado, él ríe por lo bajo al ver la expresión de horror de su lacayo—. Es broma. Es broma. Yo no permitiría que algo malo te sucediese, querido mío. Estarás bien, no te preocupes por nada.
Allen sabe que su pequeño lacayo no se movería ni un milímetro para salvarse de la muchedumbre que está a punto de pasar por la puerta y atraparlos a ambos.
Escuchando a la jauría de protestante acercándose a ellos, Aidan intenta pensar en una solución sin tener que lanzarse al vacío por mas tentador que sea el divertirse un rato, pero en estos casos cuando más nervioso se pone, por más que se esfuerce no le corre ninguna idea a la cabeza.
—Si usted lo dice lo haré, pero dígame que esto es seguro porque no me fío bien de este plan suyo. Siento que hay algo que usted no me ha dicho y tengo miedo.
Aidan se acerca a Allen para poder verlo mejor a la cara cuando la puerta empieza a retumba al ritmo de los gritos de los manifestantes que han conseguido a dos de los más buscados en su lista de criaturas, que deben eliminar de su ciudad. Sin más opción que pudiera tomar, se entrega a los brazos de Allen para salvarse pero este solo lo empuja al vacío para luego tirarse él.
El tiempo pasa más lento para los dos y ambos ven como todo el gentío de personas se asoman asombrados por las barandas de la terraza con incredulbilidad por esta acción tan drástica que decidieron tomar, para no ser capturado por ellos y por ende exiliado del lugar, o incluso, algo peor a ello...
Ambos seres al ver como las personas empezaron a dispersarse por el lugar por haberle frustrado su plan se calmaron un poco, sabiendo que ya no correrían más riesgo por parte de los manifestantes pero, recordaron que están a poco metros de ser atravesado por un enorme monumento que contiene una lanza que luce completamente lista para la guerra.
—¿¡Ahora qué haremos!? —interroga Aidan entrando en pánico—. ¡No falta mucho para llegar al suelo o ser atravesado por la lanza!
—No te asustes Aidan, haremos lo de siempre —señala Allen a su pecho mostrando su mano que se decolora rápidamente a un color marrón oscuro—. Solo intenta hacerlo a tiempo esta vez, ¿sí?
El joven asiente y se transforma velozmente en una serpiente de cascabel mientras que su amo en un pequeño murciélago. En el momento en el que sus cuerpos se transformaron en su totalidad pudieron esquivar el gigante monumento que los podían empalar.
Reptando alrededor de la lanza pudo bajar Aidan hasta llegar a la superficie en la que se convirtió en su forma "
«humanoide» de manera veloz. Allen por su parte se pasea por los vientos con agilidad por las calles obligando a su joven lacayo a correr detrás de él para poder alcanzarlo. El rubio tenía tiempo que no se transformaba, así que pensaba disfrutarlo, y ¿Aidan? Bueno. Él podía caminar, ¿no?
[...]
Ambos se encuentran transformados en su forma animal favorita para estar vagando en la ciudad y pasar desapercibido para los más ignorantes de los citadinos que lleguen a verlos.
Todo esto pasó después de un encuentro que Aidan tuvo que forzar para que su amo no lo dejase corriendo solo, para seguirle el paso cuando estaba bajo la figura de un murciélago.
El ghoul se transformó en un coyote y Allen que en reiterada veces se quejaba de querer caminar como lo hacía cuando era más chico, camina ahora bajo la forma de una rata que divertidamente anda corriendo entre las patas de su lacayo que ha decidido cubrirlo en el caso de que llegue alguien a molestarlos, y más si se trata del cazador francés Couzie que ha amenazado sus vidas en varias ocasiones para poder extinguir a sus dos r**a, pero ambos se niegan a que él prosiga haciendo de las suyas.
—¿Sabes algo, Aidan? —le interroga el mayor al coyote.
Aidan que con su coqueta forma camina por el frío asfalto, se detiene sentándose en plena avenida mientras su amo corre bajo la forma de una pequeña rata para poder alcanzar al chico. El ghoul espera a que Allen llegase hacia donde está, observa su entorno y le extraña la manera tan tranquila y desértica en la que están las calles de la ciudad. Sobre todo que no ve a nadie; ni humano o animal parece estar cerca de la zona. Solo están ellos dos.
Allen con la lengua afuera por el casación logra llegar en una sola pieza al lado de Aidan, que lo sigue con la mirada después de un rato de haberse tardado.
—Dígame, amo —responde moviendo su regordete hocico Aidan mientras que con su cola le da pequeño golpecito a Allen para ver si respondía o por lo menos se movía.
—Me cansé de estar bajo esta forma, sigamos el camino pero bajo nuestra «normalidad» y vayamos por unos cigarrillos que me está haciendo falta —exclama con una voz muy chillona que suele tener al estar en ese estado—. Sé que te dije que lo dejaría, pero te juro que está sería la última vez.
Allen está cansado de gastar las pocas energías que le quedan después de revolotear la mitad de la ciudad y otra parte corriendo, y no hace nada mas que jadear sin cansancio, preocupando al chico de ojos carmesí. En cuestión de minutos se convirtió en su forma humanoide conservando unas profundas ojeras que hacen que sus ojos luzcan aun más profundo, mientras que Aidan se mantiene bajo la forma de un coyote.
Ambos deciden retomar el rumbo, pero esta vez con pasos más lento, lo suficiente como para que el ghoul pudiese mirar mal a su amo por la decisión que está tomando, nuevamente. Los pasos del lord se vuelven cada más lento hasta detenerse al ver como su coyote se acuesta en el medio de la calle evitando mirarlo para no reírse de manera fuerte e indiscreta.
—Querido amo, me dijo que no usaría más esa cosa del cigarro, ¿acaso su palabra no es firme?
—Claro que sí lo es. Solo que si no me meto ahora algo a la boca creo que sería capaz de arrancarte la piel de la cara y comérmela por el ataque de ansiedad que estoy a punto de sufrir, así que por favor búscame algo, un cigarro o un dulce ante que ataque a alguien, o me termine comiéndome las uñas hasta llegar a los codos, te lo estoy pidiendo por favor. Por tu bien y el mío.
No muy contento con lo que le toca hacer se va en su forma canina hasta un pequeño establecimiento que está en el final de la calle, donde tiene que recorrer seis cuadras abajo para poder llegar y pedir algo para su amo. Algo sencillo para él ya que la señora del abasto es otra ghoul como él y lo conoce desde muy pequeño.
Allen ve como su lacayo camina hacia el lugar donde deberá buscar sus amados cigarros para poder calmarse. Cuando la imagen de Aidan desaparece de su vista, camina por la calle con sus manos en el bolsillo por lo frío que se está poniendo la ciudad al estar próxima la media noche.
Todo está en calma. Aprovechando la calle desértica y lo tranquila que está la ciudad, Allen decide pasear por el lugar sin rumbo viendo con ternura el vecindario recordando tiempos mejores hasta que su vista melancólica se topa con la desagradable imagen de una adolescente en toda su etapa más grotesca y fuerte de la pubertad; donde la piel virgen se empieza a manchar y a brotarse de pus con espinillas imposibles de reventar sin dejar huecos.
Ella le sonríe al vampiro mostrando unos aparatos de ortodoncia que apenas si deja ver sus enormes dientes como los de un castor. Su cara redonda está llena de granos y enormes espinillas que dejan ver una piel descuidada y muy grasosa. Su rizado y descuidado cabello rojo casi anaranjado lo tiene amarrado en una trenza mal hecha y con múltiples ligas de colores para mantenerlo en su lugar, eso sin contar con los enormes lentes de pasta que carga. Ella se acerca a Allen pero este se aleja con molestia en su rostro de solo verle la cara tan brotada como lo tiene ella, y siendo él tan pulcro y amante de la limpieza y del aseo personal, verla así hace que le dé varias arcadas.
—¿Te perdiste, niña fea? —le pregunta con falsa preocupación.
—¿¡Usted es un vampiro!? —chilla la pequeña acercándose al imponente lord pero este le gruñe mostrando sus afilados dientes y ella se aleja de inmediato.
—¡No te me acerques, niña tonta! ¡Lo soy! así que ahora ve a molestar a alguien con tu grotesca cara de puberta. Por favor, hazme el favor de dejarme tranquilo aquí, ¿quieres? No tengo ganas de hablar contigo ni con nadie.
La niña no entiende las advertencias del lord insistiendo en acercarse a él con su irritante terquedad que hace que Allen piense que esta puede ser la primera presa que puede comer después de mucho tiempo sin que lo sepa Aidan, pero viéndola mejor de arriba abajo decide no hacerlo por lo rara apariencia que carga la chiquilla. Le parece sospechoso que alguien con ese aspecto se le acerque, y más en esta época en la que no se debe confiar de nadie.
Mirando a la calle empinada ve con facilidad a su lacayo con su forma habitual, hablando amenamente con una anciana que parece ser la dueña de la pequeña tienda. Viéndose atrapado de la manera más vergonzosa y patética se queda viendo a la niña que tendrá que aguantar hasta que llegue Aidan, ya que la última vez que Allen actuó por voluntad propia y en contra de un humano estando él solo, se encontró con Couzie que lo esperaba desde el techo de una casa; por más que quiera, no puede actuar impulsivamente por más que tenga todo lo necesario para hacerlo.
Por más que no quiera tiene que dejarle el trabajo sucio de asustar a la niña a su joven acompañante que al ser un ghoul le permite ser más discreto a la hora de asustar a su presa que un vampiro tan alto como lo es él.
—Mi nombre es Cecilia, pero todo me llaman Corito.
—No pienso en ser tu amigo niña, ¿Qué es lo que quieres de mí?
— ¡Quiero que me muerdas!
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